No hay nada más frustrante que llegar a casa después de una intensa jornada de trabajo e ir a coger una cerveza del frigorífico y comprobar que no está lo fresca que esperabas. Seguro que en alguna ocasión te has preguntado por qué tu nevera no enfría como la de tu madre, la de tu hermano o tu amigo.
El frigorífico es uno de los electrodomésticos que más consumo generan en el hogar, entre el 18 y el 30% del total de electricidad que se consume en una vivienda. Ten en cuenta que está enchufado las 24 horas del día, durante los 365 días del año, por lo que es uno de los aparatos más machacados de la casa, con lo que, lógicamente, el paso de los años le pasa factura.
Consejos para alargar la vida de tu nevera
No obstante, en Fríoclima Servicio Técnico podemos darte unos consejos con los que podrás alargar la vida de tu frigorífico y hacer que éste siga enfriando como cuando lo compraste, con lo que estarás ahorrando energía y verás reducida tu factura de electricidad.
Como ya te hemos comentado, los años de tu frigorífico es un indicativo importante y en la edad de tu electrodoméstico puede estar la respuesta al problema. No te vuelvas loco si tu nevera ha reducido de forma importante su rendimiento pasados los diez años de vida. Es lo normal y, a pesar de que enfriará lo mismo, consumirá más. En estos casos, si quieres que enfríe como al principio, cómprate una nueva.
La puerta, cuanto menos tiempo abierta mejor
Seguramente habrás escuchado en alguna ocasión que el frigorífico, cuanto menos tiempo abierto, mejor. Pues habrás escuchado bien. Lo cierto es que cuando abres la nevera el frío se escapa del interior del frigorífico, obligando al electrodoméstico a trabajar más para recuperar la temperatura que tenía previamente y, por tanto, aumentando el consumo energético. Te recomendamos que antes de abrir la puerta del frigorífico tengas muy claro qué vas a coger. Una buena costumbre es tener ordenados los alimentos de manera que cuando vayamos a buscar uno esté totalmente a mano.
Uno de los elementos claves de un frigorífico es el termostato. Se trata de un dispositivo que, conectado a una fuente de calor, regula de forma automática la temperatura de tu frigorífico, evitando que ésta baje o suba de los grados que le has indicado previamente. Por lo general, la temperatura ideal de la nevera es de entre 2 y 3 grados centígrados, mientras que la del congelador debería estar continuamente entre -15 y -17 grados. Utiliza un termómetro para conocer la temperatura real de ambas zonas del frigorífico, ya que en ocasiones el termostato falla a la hora de dar la temperatura exacta. Te aconsejamos que nunca pongas la nevera a máxima temperatura: aumentarás el consumo de energía y no conservarás más los alimentos que si estuviera unos grados más baja.
El frigorífico lleno, por favor
Ni mucho ni poco. Tan malo es para tu frigorífico tenerlo vacío como tenerlo atiborrado de comida. Lo mejor es tenerlo lleno, ya que consume menos que si estuviera vacío. La comida retiene más el frío que el aire, por lo que si está vacío cuando se abra la puerta se perderá el frío del interior. Ojo, con esto no te estamos diciendo que lo atiborres de comida, puesto que es necesario que el aire pueda circular entre los alimentos y el fondo de la nevera.
Si vas a congelar una comida que acabas de cocinar, deja que se enfríe y alcance la temperatura ambiente fuera del frigorífico. Si la metes caliente elevarás la temperatura del interior y la nevera deberá trabajar más.
Para descongelar, antes en la nevera
Si ocurre al revés, que quieres descongelar un alimento, no lo saques directamente al exterior, sino que introdúcelo en la nevera. Tardará más en descongelarse, pero actuará como fuente de frío, manteniendo la temperatura del interior.
Limpieza, limpieza y limpieza. Tanto por dentro como por fuera, mantén siempre limpio el frigorífico sin utilizar estropajos ni productos abrasivos. Es fundamental para evitar la formación de hielo y escarcha. Fíjate en que las juntas de la puerta estén limpias para conseguir un cierre perfecto. Si no lo están, límpialas con agua y jabón y si están defectuosas cámbialas por otras nuevas.
Por último, echa un vistazo al ventilador y la rejilla que se encuentran en la parte trasera del electrodoméstico. Usa una aspiradora para eliminar el polvo que se haya podido quedar atrapado.